jueves, 21 de junio de 2007

NOBLE PUEBLO DE TURÓN José Antonio Barranco Gómez


Hoy he subido a Turón
donde por costumbre el cielo
baja cual manso arroyuelo
debido a la inclinación.
Esta mágica visión
no se halla lejos del mar,
el monte tiende a llorar
por no llegar hasta él
y hace barcos de papel
con las casas del lugar.

Casas de paredes gruesas
que soportan los inviernos
y los veranos de infiernos
calurosos de sorpresas.
En sus techos hay traviesas
encurvadas, doloridas…
parecen sentirse heridas
por las hojas del tejado
que cuelgan por el costado
de las terrazas floridas.

Me aproximo hasta una plaza
a la que llaman San Marcos
que entreasoma por los arcos
de los ojos la terraza.
Este pueblo se me abraza
como no hace otro lugar,
sus hombres saben cantar
con el arado en las manos.
Tejiendo y moliendo granos
suele el paisaje soñar.

Sus callejas, descendientes
de metrópolis fingidas
suben y bajan las vidas
a lomos de las serpientes.
Sin embargo entre sus gentes
el cansancio no hace aplomo
y siguen andando como
minas que al monte atraviesan,
posiblemente le pesan
al tiempo sus pies de plomo.

Minas que siguen inmersas
en distintos patrocinios
debido por los dominios
romanos, griegos y persas.
Entre gentes tan diversas
escogiste religión,
llamando la Encarnación
a la iglesia que mereces
símbolo al que tú engrandeces
noble pueblo de Turón.

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