jueves, 21 de junio de 2007

ALPUJARRA TIERRA DE TROVADORES María Rodríguez



Suele decirse que cuando el sol sale alumbra para todos sin preferencias ni distinciones y es difícil encontrar un lugar que no alcance con su rayo aunque sea por unos instantes. El sol está en todas partes, es para todos, con su luz comienza y acaba el día. Así es, con la única diferencia de que no todos sentimos el mismo calor, ni el mismo brillo. Ciertamente esta diferencia se da porque existe la pluralidad y la diversidad en la naturaleza, vivimos en diversidad y ello explica la riqueza, el misterio y la belleza de la vida.

La música se nos ofrece con la vida, con la propia cultura y también está en todas partes. ¿En qué lugar no existe la música? La música de la naturaleza, la música que creamos, la nuestra, la música interior.

Es un elemento cultural y existen diversas formas de crearse, de sentir y expresar la música. Es en sí una expresión de nosotros mismos, de nuestro entorno y es inherente al Hombre, está dentro y por eso sentimos la necesidad de expresarla y así compartirla. Desde muy antiguo, nuestros antepasados ya creaban música para celebraciones y para comunicarse con sus dioses.

Claro que hablar de música es también hablar de cultura y lo que ésta supone para nosotros. En nuestro quehacer diario, en nuestro vivir construyendo y sembrando el camino que trazamos, esa noble tarea que compartimos con los demás, tiene un fuerte sostén que la condiciona y la guía, es la propia cultura en que vivimos.

La cultura como ese conjunto de valores, de creencias, de tradiciones, de normas, de actitudes, de costumbres, actúa como un eje central que determinará en nuestra forma de actuar, de sentir y vivir.

Las pautas culturales, todo aquello que compone a una cultura, se transmiten como una piel que nos da identidad y que reproducimos en nuestra sociedad, las aprendemos y así nos integramos en ella, pues estas pautas son elementos integradores para las personas que convivan en la misma cultura y elementos diferenciadores para quienes sean de distintas culturas. Somos, pues, culturalmente distintos, nacemos en una determinada cultura que integra una lengua, un vestido, unas tradiciones, una música que nos caracteriza y nos distingue de otras culturas que existen.

Nuestra cultura no es la mejor, ni la peor, pero para quienes la comparten es como un código social común, nuestra huella en el pasado y nuestro referente en el presente. Es algo tan profundo que no nos damos cuenta de ella hasta que descubrimos otras pautas culturales y entonces no sólo despertamos esa conciencia de diversidad sino que también nos fijamos más en los elementos que componen nuestra cultura.

Con la música, y en general con muchos artistas, ocurre algo similar y es que no son conscientes de su verdadero talento, no son conscientes de la aportación que hacen a la cultura y al entorno cuando crean y transmiten la creación, hasta que otras personas, otros oídos, otros ojos distintos a los del artista, a los del músico, ponen en manifiesto ese talento. Se admiran al escuchar, al mirar, al sentir el arte y entonces no sólo se crece el artista sino que también el que recibe se crece. Por eso es tan importante el dar como el recibir y compartiendo es la mejor manera de recibir lo dado sin ningún precio.

El arte, el crear, es algo innato a la persona y el valor de su creación no tiene en realidad precio material.

Con todo esto quiero llegar y hacer recordar ese primer encuentro de trovadores de la tierra y de payadores argentinos que tuvo lugar aquí en Turón el 26 de agosto y que fue sin duda un claro ejemplo de compartir tradición y de transmitir el talento de manera sencilla y directa.

Presencié con mucho gusto ese acto tan noble que tuvieron los trovadores al darse sin marcos, sin lujos, haciendo aún más auténtica la esencia del trovo, pues la poesía brota del artista sin ningún esfuerzo.

Y es de admirar esa facilidad que tienen los trovadores para la rima, para jugar con las palabras recogiendo el momento en que están, creando a su vez un ambiente cálido y familiar cuando improvisan.

Esto es muy grato y muy significativo aquí en Turón donde muchos de nuestros mayores han crecido con el trovo, lo han creado y lo han vivido entre amigos. El que hoy por hoy esta tradición cultural y regional se mantenga y se potencie gracias a personas como Pepe, es un trabajo muy digno que pasa de tener una dimensión micro a macro por el hecho de conseguir que esto no sólo sea un arte de aquí, sino el dar la oportunidad de mostrarnos otras formas de poesía improvisada como fue el caso de la invitación de los payadores argentinos. Este hecho abre una dimensión de intercambio a nivel internacional y más importante aún, si se permite la expresión, a nivel intercultural.

Con este encuentro se crecen los artistas y se abre una ventana para una segunda oportunidad. Esperemos y colaboremos para que así sea. Que donde esté la semilla hagamos brotar la flor, que si La Alpujarra es tierra de trovadores hagamos fluir ese arte.

1 comentario:

Elsa dijo...

OLE, esto si que es un sentimiento profundo de lo que llevamos dentro, en nuestro interior es donde esta la musica, escucharla es don de muy pocos, felicidades Elsa